Son las palabras impresa que Jesús
nos dejó para bendecirnos, guiarnos y formarnos en nuestros esfuerzos para
parecernos más a él. Ellas son las normas indispensables del comportamiento
cristiano y representan el legado y promesas de nuestro salvador.
Debemos asumir
a Cristo si deseamos alcanzar el grado de unión con él, ese que Jesús desea de nosotros y que nos asegurara la
eterna bienaventuranza. En cambio el que escucha estas palabras sin ponerlas en
práctica, es como “el hombre necio que edifico su casa sobre arena. Nosotros vamos
a edificar nuestra casa, nuestro edificio espiritual, sobre la roca” (Mt 7,24-27).
"Bienaventurados los que viven en el
presencia del Señor y practican su palabra".
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