Con su propio ejemplo Jesús nos mostró lo importante
que es reservar tiempo para la oración. Aunque apenas conto con tres cortos años
para evangelizar a todo el mundo y establecer su reino, el siempre encontró tiempo
para orar alejado de las multitudes.
A menudo se levantaba temprano, al amanecer, o se
apartaba a solas por la noche. Para estar en comunión con su padre.
Jesús no nos pide que le prestemos toda nuestra atención
durante el día. Pero, con su propio ejemplo, nos señala, cuan necesario es
tomar, al menos, un “respiro”, fuera de nuestras actividades diarias, para
descansar con él.
Una excusa frecuente para no orar, es que no tenemos
tiempo. Es cierto, constantemente tenemos muchos deberes y exigencias que nos
dan poca o ninguna oportunidad, para hacerle una visita diaria a nuestro amado
padre. Cuando permitimos que suceda esto, es trágico, porque la oración es
manantial de inspiración y motivación de la paz y la alegría que necesitamos
para cumplir los deberes diarios.
La oración es mi lazo de unión con
Dios. Fortalece y alimenta mi alma.
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