Cada uno de nosotros posee la congénita necesidad de guardarnos del daño y de aquellos que podrían lastimarnos. Dios nos ofrece su Palabra como manual para equiparnos, con el fin de estar atentos a los designios del enemigo y prepararnos para saber cómo protegernos.
"Queridos hijos, no amemos de palabra ni de labios para afuera, sino con hechos y de verdad" 1 Juan 3:18
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