Señor, te diré sólo dos palabras. Pretendo que sean sinceras y sencillas. En el silencio de la soledad te digo en primer lugar desde lo más recóndito de mi corazón: ¡Gracias! Gracias, Señor, por todo lo que me has entregado porque te lo he pedido, Por todo lo que me has dado sin habértelo rogado, Por todo lo que me has otorgado sin haberlo merecido. Gracias por la salud, por el bienestar, Por las alegrías y las satisfacciones. Gracias también por la enfermedad, Por las penas y los sufrimientos. Aunque me cuesta trabajo, Señor, te agradezco esto último.
"Yo me sentaré en paz, y dormiré; porque tú, oh Señor, solo me haces morar en paz-Salmos 4:8"
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